En los primeros minutos quiero que me secuestre Winona Ryder y me deje paseando por el Play Land Park, desprendido y extasiado con dos algodones de colores. Fulminantes minutos los que veo pasar comiéndome sin cuidado el azúcar morado. Exquisitos segundos los del azúcar en mis ojos. Y ella que no esta. Y ella que no se asoma por la puerta del baño. Un furtivo y penúltimo asomo al espejo del cuarto. Seguiré comiéndome su morado algodón.
Últimos segundos: Quiero que me deje con los vestidos en la mano en una tienda inmensa, intensa de luces pequeñas, viendo el techo pasar, viendo a la gente morder las paredes. Desprevenido y consumado. Triste y descuidado tocando la puerta del vestidor sin poder entrar, sin poder decir... que no me deje entrar porque ya no esta, que no me deje entrar porque le estropearía el vestido con la sangre que lleva dentro del cuello. Que se estropee sola cuando la policía llegue y ya haya terminado con su garganta
Medianos segundos y pienso (recupero la calma): Quiero que me vuelva a encontrar muchos años después muy cerca de la playa, yo caminando y ella en un wolkswagen amarillo y que me diga: “te estaba esperando”. Que desaparezcamos por el calor y el humo enrollado de la carretera, sin decir nada, filmando sin cuidado nuestras muecas rotas, el sol abrasador, derritiéndose sin poder... Que la luz del sol nos apreté a los asientos como dos helados chorreados.
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